Newsletter Nº 6  AGOSTO 2020

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Newsletter Nº 6  AGOSTO 2020

MI HIJO TIENE CANCER

 

“Mi hijo tiene cáncer, mi hijo tiene cáncer, mi hijo tiene…tiene cáncer” Lo repetí en voz alta, no sé cuántas veces, muchas de ellas llorando, los primeros días depués de saber el diagnóstico.

No existe un manual para reaccionar ante estas situaciones, no existe una acción-reacción que corresponda…no existe una lógica donde pueda encajarse con normalidad una noticia así. Te quedas en el aire, suspendido.

Joel, mi querido hijo, tenía cinco años cuando pasamos de una vida “normal” a vernos encerrados en la habitación de un hospital y poco más tarde a verlo conectado a una quimio que duraría tres años. Esto fue en menos de 24 horas, por supuesto. Fue llegar al hospital Vall d’Hebron reenviados por los médicos de mi ciudad ante dudas y terminar el día durmiendo en la planta de oncología infantil, rodeados de niños con cáncer y sin saber qué estaba pasando.

Pero mamá, yo no voy a morir no? Porque yo soy un niño y los niños no mueren. “Pues claro que no mi vida! Qué cosas tienes! (sonriéndole, ahogándome por dentro)”.

Nunca me he sentido tan a prueba de mis límites psicológicos como en esos tres años, tampoco he vuelto a sentir esa desesperación profunda de querer pero no poder hacer nada para salvarlo. La falta de aire constante y la angustia que me hacía recorrer las calles de Barcelona a altas horas de la madrugada con la presión en el pecho y la mirada perdida…el “debo encontrar algo”, “se debe poder hacer algo”…

“Cómo puedo hacer dentro de todos mis límites algo bueno por él? Si me ve contenta se dirá que no es nada”, y así quise que fuera. Hice el mayor teatro del mundo, siempre me vio sonriendo y contenta, aunque saliera a llorar afuera…lo abrazaba, le decía que lo quería.

Hay una frase que me marcó en su momento: “El amor vence al miedo”. Estaba escrita en un cartel colgado en una de las salas de juegos para los niños de La Casa de los Xuklis, una ONG creada por y para padres y familiares de niños con cáncer donde se aloja a las familias y se realizan actividades, donde por suerte viví la gran parte de mi estancia en Barcelona.

Para no variar la norma general, en este hospital la comida tampoco era digna de una estrella michelín, por eso con mi hijo acordamos que cuando saliéramos de allí haríamos un restaurante, los dos, donde yo cocinaría y él serviría a la gente…por una conversación así dejé de lado mi título de técnico de radiología y me lancé a estudiar cocina profesional en la escuela de hostelería de Gerona, compaginando los estudios con sus cuidados.

“Bueno mamá, solo si te hace ilusión hacemos el restaurante” …me dijo en sus últimos días. Desde entonces no he dejado de trabajar como cocinera en Cotlliure, Francia , hasta el día de hoy.

Después de incontables quimios, radioterapias y complicadas operaciones, mi hijo murió el 24 de septiembre. Desde entonces no fui capaz de vivir en mi casa y me mudé a Francia, donde continúo hasta día de hoy.

Me animaron a  escribir mi historia de “superación”, pero aquí más que superación, hay “supervivencia”. Tenía dos opciones después del golpe: o bien me hundía en mi pena o bien sentía mi pena, la vivía, la deja pasar y  escogía  vivir, y para vivir hay que, de alguna forma, ver el lado bueno de las cosas, no sé cómo pero hay que volver a ver la vida con ilusión de vivirla…y eso solo lo conseguí con el tiempo y haciendo foco en todos los buenos momentos, todo el cariño y todo el amor que hubo en los años vividos juntos y en la ilusión de ver lo bueno que aún queda por llegar.

Mi hijo me repetía a menudo “a que tenemos mucha suerte mamá?” cada vez que pasábamos cerca de un mendigo tirado en la calle…le daban pena, les quería dar monedas…ahí me di cuenta que “suerte” dependía de los ojos con los que se mira…si él, en silla de ruedas y con un cáncer terminal era capaz de decirme eso…como no voy a poder ahora mirar adelante y seguir!

Soy alegre, positiva, y aunque siempre habrá una pena guardada dentro de mí no me iré de este mundo sin poder decir que he aprovechado cada momento para ser feliz y disfrutar de la vida mientras he podido. He salido de viaje sola a Tailandia y Malasia cuando antes no me hubiera atrevido porque me digo “ya he pasado lo peor, qué hay ahora que yo no pueda enfrentar”.

Básicamente, resumiría mi filosofía en pocas frases: no me quedaré en un trabajo o relación donde no se me valore o no me guste estar, seré menos crítica conmigo y me querré bien, me pondré desafíos y me superaré cada año.

Hoy en día soy estudiante de psicología en la UOC con el objetivo de poder acompañar a personas que como yo vieron un día su mundo caerse y necesitan una mano amiga que las ayude a levantarse.

Imposible limitar mi experiencia a un artículo, solo os digo: disfrutad de la vida cada instante, demostrad a la gente que queréis que los queréis y “comprad” tiempo para estar con ellos.

Raquel

By |2024-08-08T08:25:17+00:00octubre 1st, 2020|Newsletter|0 Comments

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